DOS LOCOS, LOCOS MUY LOCOS.
Ellos, dos locos enamorados, divertidos y extrovertidos, se amaban en la cama de un castillo o acostados sobre la arena de una playa, mirando como la luna se paseaba por la orilla.
Eran como la rosa y la espina, que viven eternamente el uno junto al otro, a pesar de que la espina duela y los pétalos se marchiten. Eran amapolas jugando con el viento, que por fuerte que sople, la flor nunca cede, y al llegar la bonanza, el sol luce para darle vida. Se amaban, sabiendo que eran más fuertes, que aquella farándula de gente que les rodea.